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martes, 23 de agosto de 2016

Diálogos Borges-Sabato

Sócrates era un filósofo de café

“Compaginados por Orlando Barone”, los Diálogos entre Jorge Luis Borges y Ernesto Sabato aparecieron por primera vez en 1976, en Buenos Aires, impresos por Emecé Editores, aciago año, pues el 24 de marzo el general Jorge Rafael Videla (inminente dictador y genocida) encabezó el golpe de estado que derrocó a Isabelita (María Estela Domínguez de Perón) y por ende asumió de facto la presidencia de la Argentina tres días después. Derrocamiento que alegró a Borges y que elogiaría, en septiembre de 1976, en su discurso en la Academia Chilena de la Lengua, donde fue homenajeado y nombrado Miembro de Honor, luego de que la Universidad de Santiago de Chile le entregara, de manos de su general-rector, un doctorado honoris causa, anunciado a los cuatro pestíferos vientos de la recalentada aldea global “el 21 de julio de 1976”, día en que en la embajada de Chile en Buenos Aires, Borges recibió, “junto con el doctor Luis Federico Leloir” (Premio Nobel de Química en 1970), la Gran Cruz de la Orden al Mérito Bernardo O’Higgins (héroe de la independencia y de la libertad de Chile), otorgada por el dictador y genocida Augusto Pinochet. Según bosqueja Juan Gasparini en “Los diálogos prohibidos”, capítulo 17 de su corrosivo libro-reportaje: Borges: la posesión póstuma (Foca, 2000), María Kodama —la viuda y heredera universal de los derechos de autor del celebérrimo escritor que nunca recibió el Premio Nobel de Literatura— trató de censurar e impedir, con una gresca que no llegó a los tribunales, que el libro de los Diálogos de Borges y Sabato continuara reeditándose, porque, apunta Gasparini, Kodama le espetó “tergiversación” a Barone; es decir y en resumidas cuentas, “La puñalada fue despiadada: [María Kodama declaró:] ‘¿Esos diálogos? No. Borges ha dicho en muchos reportajes que en ese libro todo está mal: que lo que él dijo se le adjudica a Sábato y que lo que dice Sábato se pone en boca de Borges. Se puede comprobar en los recortes de los diarios, en archivos. No, no. Ese libro no se edita más...”   
Borges y Sabato
(Buenos Aires, sábado 21 de diciembre de 1974)
        Sin embargo, las aguas negras no se desbordaron, la bronca de callejón del mole quedó en un deshago viperino y “La tirria que pudo llevar al delito de sangre” se encausó por la vía de la negociación; de modo que “Kodama terminó permitiendo que el libro se reeditara en 1996, distribuyéndose por igual los derechos de autor entre los protagonistas con un 5 por 100 a cada uno más 4 por 100 para Barone.”

   
(Emecé, Buenos Aires, 5ª impresión, agosto de 1996)
         En este sentido, para la reedición de “agosto de 1996” pergeñada por la misma empresa editorial, Orlando Barone incluyó un prólogo titulado “Borges y Sabato en aquel verano” (fechado en “Buenos Aires, Otoño de 1996”), donde reseña las circunstancias que originaron, “en el atardecer del 7 de octubre de 1974”, un breve reencuentro entre Borges y Sabato, acogidos por un grupo de amigos que se hallaban en la librería La Ciudad, en Buenos Aires, departiendo “en el cálido clima de la presentación de un libro”. 
Por entonces habían transcurrido 18 años desde la furibunda polémica suscitada en torno al folleto antiperonista de Ernesto Sabato: El otro rostro del peronismo. Carta abierta a Mario Amadeo (Imprenta López, 1956); es decir, desde que el rencor político los alejó. Controversia y rencor político que, bosquejan algunos biógrafos (Edwin Williamson y Horacio Salas, por ejemplo), se desencadena cuando Sabato cuestiona la postura moral y ciertas omisiones de Borges, precisamente en su artículo “Una efusión de Jorge Luis Borges”, publicado en el número 4 de la revista Ficción (noviembre-diciembre de 1956), cuyo título parafrasea el artículo-respuesta que Borges publicó en el número 242 de la revista Sur (septiembre-octubre de 1956) con el rótulo: “Una efusión de Martínez Estrada” —póstumamente compilado en Borges en Sur (Emecé, 1999)—. No obstante, pese a la rencilla y al distanciamiento, Sabato, en el afectuoso prólogo de su libro Tango, discusión y clave (Losada, 1963), recordó su redescubrimiento de Buenos Aires a través de los poemas de Borges, simbólicamente fumaba la pipa de la paz con él, y le rendía tributo al compartirle su libro. Anneliese von der Lippen, traductora alemana y amiga de Borges, no hacía mucho que le había leído a éste las fraternales palabras de Sabato, las cuales rezan a la letra:
Páginas 8 y 9 de Tango, discusión y clave (Losada, 2ª ed., Buenos Aires, otoño de 1997)
        “Las vueltas que da el mundo Borges: Cuando yo era muchacho, en años que ya me parecen pertenecer a una especie de sueño, versos suyos me ayudaron a descubrir melancólicas bellezas de Buenos Aires; en viejas calles de barrio, en rejas y aljibes, hasta en la modesta magia que a la tardecita puede contemplarse en algún charco de las afueras. Luego, cuando lo conocí personalmente, supimos conversar de esos temas porteños, ya directamente, ya con el pretexto de Schopenhauer o Heráclito de Efeso. Luego, años más tarde, el rencor político nos alejó; y así como Aristóteles dice que las cosas se diferencian en lo que se parecen, quizá podríamos decir que los hombres se separan por lo mismo que quieren. Y ahora, alejados como parece que estamos (fíjese lo que son las cosas), yo quisiera convidarlo con estas páginas que se me han ocurrido sobre el tango. Y mucho me gustaría que no le disgustasen. Créamelo. Sabato”.  

        Así, en el reencuentro en la librería La Ciudad (situada casi frente al edificio donde Borges vivía en el departamento B del sexto piso de Maipú 994), el ciego escritor le agradeció tales palabras. Y dentro de la efervescencia de la charla propiciatoria en la que también incidió “un bello ejemplar de Don Quijote”, Orlando Barone, dice, tuvo la idea de convocarlos para “una serie de diálogos intensos y amplios que pudieran convertirse en libro”. Borges, días más tarde, aceptó allí mismo en la librería La Ciudad; y a Sabato, apunta Barone, tuvo que convencerlo “en una mesa del bar El Dandy”.
Se acordó, como “regla de juego” propuesta por Borges, que “no se tocarían las cuestiones ‘peronismo-antiperonismo’ ni la actualidad política”. Sabato cedió, no sin observar que la política “suele entrar por la ventana o por una hendija cuando uno menos se lo espera”.
Dice Barone que “El encuentro se acordó así bajo una envoltura coloquial, de tertulia; coincidimos en que la charla se iría anudando sobre la marcha, espontáneamente, como suele suceder entre amigos donde puede hablarse de Dios, del amor, y enseguida contarse un chiste.”
Borges y Sabato dialogando en el departamento de la pintora
Reneé Noetinger (sábado 14 de diciembre de 1974)
  Al inicio de los Diálogos, Borges tenía 75 años, Sabato 63 y Barone 35. Las reuniones, “de dos y tres horas”, se sucedieron durante siete sábados. De ahí que cada charla lleve como título la fecha del sábado en que se celebró: “14 de diciembre de 1974”, “21 de diciembre de 1974”, “11 de enero de 1975”, “15 de febrero de 1975”, “1º de marzo de 1975”, “8 de marzo de 1975” y “15 de marzo de 1975”. La segunda sesión se efectuó “en el bar de Maipú y Córdoba”. Las otras seis en el departamento de la pintora Reneé Noetinger, amiga de los protagonistas, ubicado en un edificio de la calle Maipú, cuyo piso daba exactamente al del sexto piso del edificio donde los Borges (el escritor y su madre) vivían, al parecer desde 1946, en el susodicho departamento B, y donde doña Leonor Acevedo de Borges, con casi 99 años, se hallaba en cama y casi paralítica, y cuya muerte ocurriría el 8 de julio de 1975.

Borges, Sabato y Barone
  El papel de Orlando Barone iniciado, dice, como “bisagra o Celestina literaria” entre esos dos grandes que “no eran amigos ni presumían serlo”, consistió en manipular la grabadora y los casetes, en ejecutar la transcripción mecanográfica, el cotejo y la corrección con Borges y con Sabato, quienes “obraron por separado”, dice, con un mutuo desapego “tan distinto de la vivida y compartida cordialidad de los largos momentos del diálogo”. De ahí que tras las primeras ediciones del libro, ninguno “volvió a preguntar por el otro” (sic).

Horacio Ratti, el general Videla, Borges, Sabato, el padre Leonardo Castellani y José Villarreal,
general y secretario de la presidencia del dictador.
Miércoles 19 de mayo de 1976, Casa Rosada, Buenos Aires, Argentina.
  Pero además de que entre las palabras y silencios de los dialogantes, Orlando Barone de vez en cuando mete su cuchara con una pregunta, sugerencia u opinión, siempre matiza con sus siete brevísimos prólogos, con palabras insertadas entre los parlamentos de Borges y de Sabato (tal si fuera un libreto teatral), y con escuetos comentarios y reflexiones personales que intercala en medio del fluir de las secuencias. Por si fuera poco, también hizo un trabajo de edición, quizá con el consentimiento de ambos escritores (por separado o no), pues hubo fragmentos que fueron omitidos; siendo así las cosas quizá el libro debió titularse Triálogos. Cabe preguntarse, además, desde el radiofónico patio de algún populoso conventillo de la aldea global (no necesariamente porteño ni exento de compadritos): ¿qué fue lo excluido y condenado al silencio? Y si este libro, pulido hasta la asepsia (a imagen y semejanza de un huevo sin sal y sin chile jalapeño), es sólo un mero artilugio de lo que en realidad fueron las charlas.

Vale subrayar que el fragmentario esbozo que Orlando Barone hizo en 1975 del contexto en que se desarrollaron los Diálogos no está glosado con un tratamiento de crónica periodística, sino con apuntes de índole subjetiva y literaria, casi minimalista. Apenas y alude el departamento de Reneé Noetinger, la silueta y el movimiento de los protagonistas y lo que solían beber al dialogar (Borges agua y Sabato whisky); y casi no dice nada de la expectación que Borges y Sabato despertaron entre los parroquianos al reunirse “en el bar de Maipú y Córdoba”. Más bien se concentró en enmarcar la pretendida relevancia y trascendencia que implican sus azarosas palabras dichas al vapor.
Sabato y Borges
(Buenos Aires, sábado 21 de diciembre de 1974)
  Al inicio de los Diálogos, Borges llevaba “cuatro o cinco meses” sin cobrar su pensión de profesor de literatura inglesa en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires, pues no le habían confirmado su jubilación (en las burocráticas y kafkianas oficinas administrativas le habían dicho que hasta que no se confirmara ese dato no debía molestarse ni molestar; indolente menosprecio que evoca que esa alma mater, donde dictó cátedra de literatura inglesa desde 1956, nunca le otorgó un doctorado honoris causa, pese a que doctorados y premios le llovieron en Estados Unidos, en Europa y en América Latina); no tardarían en aparecer los cuentos de El libro de arena (Emecé, 1975) ‒varios urdidos con el amanuense y lazarillo apoyo de Norman Thomas di Giovanni; los poemas de La rosa profunda (Emecé, 1975); los Prólogos con un prólogo de prólogos (Torres Agüero, 1975); su poemario La moneda de hierro (Emecé, 1976); su antología de narrativa breve Libro de sueños (Torres Agüero, 1976) y su libro de ensayos breves Qué es el budismo (Columba, 1976), urdido con la colaboración de Alicia Jurado, su amiga y autora de la primera escueta biografía sobre su vida y obra: Genio y figura de Jorge Luis Borges, publicada en “octubre de 1964” por la Editorial Universitaria de Buenos Aires (número 2 de la serie Genio y Figura), que preludia allí una antología de 17 textos de Borges (poemas, cuentos y ensayos) y una selección de 9 “Opiniones sobre Jorge Luis Borges”, entre las que figura un laudatorio fragmento de Ernesto Sabato que reza:

   
(Eudeba, Buenos Aires, octubre de 1964)
         “A usted, Borges, heresiarca del arrabal porteño, latinista del lunfardo, suma de infinitos bibliotecarios hipostáticos, mezcla rara de Asia Menor y Palermo, de Chesterton y Carriego, de Kafka y Martín Fierro.

“A usted, Borges, ante todo, lo veo como un Gran Poeta.
“Y luego: arbitrario, genial, tierno, relojero, débil, grande, triunfante, arriesgado, temeroso, fracasado, magnífico, infeliz, limitado, infantil, inmortal.” 
     
Portada de la revista Sur núm. 94 (julio de 1942)
donde se publicó el Desagravio a Borges
        Fragmento transcrito por Alicia Jurado —al igual que el de Pedro Henríquez Ureña, el de Francisco Romero, el de Amado Alonso y el de Enrique Anderson Imbert— del número 94 de la revista Sur, correspondiente a julio de 1942, donde se publicó el colectivo, corifeo y legendario Desagravio a Borges, crítica y protesta por no haberle otorgado, en 1942, el Premio Nacional de Literatura por su libro de cuentos El jardín de senderos que se bifurcan (Sur, 1941). Cuya laureada reivindicación se sucedería en diciembre de 1944, cuando la SADE (Sociedad Argentina de Escritores) crea ex profeso y le entrega, “en una cena en julio de 1945”, el Gran Premio de Honor por su libro Ficciones (Sur, 1944), cuyo discurso de recepción está compilado en Páginas de Jorge Luis Borges seleccionadas por el autor (Celtia, 1982) y en el susodicho Borges en Sur.
     Pero además no hacía mucho que había empezado a dirigir y a escribir (con el tácito e implícito auxilio de María Esther Vázquez, su periódica entrevistadora y futura biógrafa) los prólogos para los libros antológicos de La Biblioteca di Babele, que en 1975, en Parma, Italia, y en italiano, Franco Maria Ricci comenzó a editar con exquisitez de bibliófilo. Ricci, hasta 1985, publicó 33 títulos; de los cuales, en español, se hicieron dos series: 6 títulos impresos en Buenos Aires, entre 1978 y 1979, por Ediciones Librería de La Ciudad; y 33 impresos en Madrid, entre 1983 y 1988, por Ediciones Siruela.
Y seguía siendo un notable merecedor del Premio Nobel de Literatura (proscrito por los académicos suecos tras su escandaloso e inmoral apoyo a las sanguinarias y represivas dictaduras militares de Augusto Pinochet en Chile y de Jorge Videla en Argentina), cuyas Obras completas (Emecé, 1974), “un grueso volumen único encuadernado y en papel biblia” (que dedicó a su madre y que ella conservaría en la cabecera de su cama hasta el día de su muerte), aún estaban en el candelero del mundanal orbe. 
Borges dictándole a su madre en su departamento de Maipú 994.
Encima del secreter: un retrato de su padre Jorge Guillermo Borges.
        Y quizá por el hecho de que Sabato fue su juvenil lector, años antes de conocerlo en persona durante ciertas tertulias que en los años 40 se sucedían en la casa de Adolfo Bioy Casares y Silvina Ocampo ‒cuyo matrimonio ocurrió el 15 de enero de 1940, con Borges entre los testigos‒, éste, imposibilitado para leer y escribir por sí mismo desde 1955 (año en que en octubre comenzó a dirigir la Biblioteca Nacional de Buenos Aires tras la caída de Perón el 21 de septiembre de 1955 ‒lo hizo hasta jubilarse, pese a él, tras el retorno de Perón al poder el 12 de octubre de 1973), resulta el personaje central, ante el que no obstante Sabato esgrime y defiende sus opiniones, sus discrepancias y sus ideas. 

    Y si Borges y Sabato (en Latinoamérica, en Europa y en Estados Unidos) suscitaron masivo interés por lo que pudieran decir y opinar de un modo más o menos espontáneo, el producto (el show business intelectual) no es muy favorable. Borges, por ejemplo, es mucho más luminoso, profundo y erudito en otros inolvidables coloquios (de colección); por ejemplo y por citar algo: Borges el memorioso (FCE, 1982), conversaciones con Antonio Carrizo (donde Roy Bartholomew mete su cuchara) originadas en Radio Rivadavia, estación comercial de Buenos Aires; Borges, sus días y su tiempo (Javier Bergara, 1984), entrevistas con María Esther Vázquez, que ella aumentó y prologó, en el “Invierno de 1999”, para Punto de lectura; las conferencias de Borges oral (Emecé/Universidad de Belgrano, 1979); las ponencias transcritas y revisadas en Siete noches (FCE, 1980) con el amanuense auxilio de Roy Bartholomew; y Diálogos (Seix Barral, 1992), charlas con Osvaldo Ferrari (originadas en Radio Municipal de Buenos Aires), antología de tres libros: Borges en diálogo. Conversaciones de Jorge Luis Borges con Osvaldo Ferrari (Grijalbo, 1985) ‒donde apareció por primera vez el recurrente “Prólogo”, para Ferrari, que Borges fechó el “12 de octubre de 1985”‒, Libro de diálogos (Sudamericana, 1986) y Diálogos últimos (Sudamericana, 1987), a los que se les sumó Reencuentro. Diálogos inéditos (Sudamericana, 1999), cuya propiedad intelectual María Kodama le disputó en ríspidos pleitos judiciales, pero a la postre no le ganó y por ende Osvaldo Ferrari hizo una Edición definitiva en dos libros titulados En diálogo/I y En diálogo/II, publicados en México, el “11 de noviembre de 2005”, por Siglo XXI. Pero en los presentes Diálogos, Borges resulta más bien vago y simplón. 
Y lo mismo puede decirse de Ernesto Sabato, quien antes de postular,  a modo de incontestable y cincelada categoría filosófica de café, que “Sócrates era un filósofo de café”, observa categórico: “aquí siempre hay un argentino dispuesto a opinar y resolver cualquier tema universal desde una mesa de café. Los griegos era muy parecidos a nosotros”.
Jorge Luis Borges y Ernesto Sábato.
Obsérvese la corbata del primero:
con las rayas y el amarillo del tigre de Bengala.
  Borges, cafetero, está de acuerdo. Y ante esto y frente al conjunto de los presentes Diálogos, se puede decir que no son más que una serie de divagaciones misceláneas, sintéticas y menores, de café, de un día gélido y gris, en las cuales, si bien no faltan los aforismos, las frases ingeniosas, los fragmentos librescos, los versos, las anécdotas, las alusiones autobiográficas, las bromas e ironías, abundan más las diferencias, que las coincidencias, siempre dichas rápida y superficialmente, en torno a un buen número de consabidos y recurrentes temas sacados de la manga y del sombrero de copa, tales como el Martín Fierro, el Quijote, el tango, la música, la filosofía, Dios, el catolicismo, la identidad argentina y la identidad latinoamericana, la creación del cuento y de la novela, el suicidio, las ciudades, el plagio, la traducción, los diccionarios, el castellano, la Academia Argentina, la muerte, los sueños y las pesadillas, entre otros más.



Jorge Luis Borges y Ernesto Sabato, Diálogos Borges-Sabato, Compaginados por Orlando Barone. Emecé Editores, 5ª impresión. Buenos Aires, agosto de 1996. 178 pp.

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lunes, 1 de agosto de 2016

Los dos Borges

La hora de la espada

Dado que el político y escritor chileno de ascendencia ucraniana Volodia Teitelboim Volosky (1916-2008) tenía en su haber tres libros biográficos sobre tres chilenos notables en las letras del siglo XX: Neruda (Losada, 1985), Gabriela Mistral, pública y secreta (Bat, 1991), Huidobro, la marcha infinita (Hermes, 1993), a priori podría suponerse que Los dos Borges. Vida, sueños, enigmas (Hermes, 1996) también es un libro biográfico, pero no es así, pese a que explora y plantea aspectos biográficos de la vida y obra del escritor argentino Jorge Luis Borges (1899-1986).
(Hermes, México, 1997)
  Los dos Borges es una especie de libro-juego; es decir, está integrado por cinco partes que comprenden cincuenta capítulos numerados con romanos y títulos, los cuales abarcan doscientos cincuenta y tres subcapítulos numerados con arábicos y rótulos, cada uno de los cuales inicia con un epígrafe que es un verso o un fragmento de un texto de Borges, cuyo lista de créditos remiten al volumen Jorge Luis Borges. Obra poética (Emecé, 1994). A esto se añade el “Índice de nombres” y los listados de las fuentes bibliográficas y hemerográficas.

Pero lo lúdico no radica sólo en tal armazón que invita a una azarosa y fragmentaria lectura más o menos semejante a la lectura-juego que Julio Cortázar propone en el preámbulo de Rayuela (Sudamericana, 1963), sino sobre todo en la manera en que Volodia Teitelboim aborda y desglosa sus temas; es decir, si bien Borges es el epicentro, lo es desde una perspectiva personal y caprichosa.
Si en las páginas iniciales Volodia hace un seguimiento más o menos cronológico, a lo largo del libro esto se torna totalmente arbitrario, pues el autor a través de los breves subcapítulos no sólo va y viene por el tiempo y el espacio según se le antoja, sino que también suele ser reiterativo y parcial. Y esto lo acomete no con la respiración y el ritmo de un solo y largo ensayo dividido en partes, capítulos y subcapítulos, sino mediante fragmentos que obedecen a distintos procedimientos.  
Volodia Teitelboim y Pablo Neruda
  Si Volodia Teitelboim —quien era un hombre de izquierdas, culto y ameno y con el don de la palabra hablada— siempre está presente como autor y autoerigida autoridad moral y crítica, en determinado fragmento bosqueja una anécdota o una serie de anécdotas; en otro glosa la reseña de un cuento, o de un ensayo o de un poema o de un libro de Borges; o un comentario sobre el texto de un ensayista, de un detractor o de un biógrafo que se ocupó de éste; o aventura una simple divagación o un ensayo breve sobre cierto tópico; o un comentario ligero, baladí o bizantino sobre algún autor que cuestionó o abordó uno o varios aspectos borgeanos. Y más aún: introduce digresiones autobiográficas y episodios y bosquejos que no tienen nada que ver (o poco que ver) con Borges.

Ahora que si Volodia en varios pasajes no escatima elogios en torno a ciertos textos de Borges, en el cúmulo de sus reiterativos juicios críticos destacan tres señalamientos: el consabido y supuesto fracaso e incapacidad sexual de Borges ante las féminas; su incomprensión, ceguera, menosprecio y distancia ante los contextos sociales, políticos e históricos (en su entorno y en la aldea global), aunado a su ideario conservador, antidemocrático y anticomunista; y su apoyo y apología a las cruentas dictaduras militares del Cono Sur de América Latina.
Salvador Allende, Pablo Neruda y Volodia Teitelboim
  En este sentido, Volodia Teitelboim no desvela el hilo negro ni la cuadratura del círculo ni descubre nada nuevo bajo el sol. 

A estas alturas del siglo XXI, las vertientes de la vida y obra de Borges (con sus múltiples contradicciones y meollos) están muy estudiadas y biografiadas y el aporte de Volodia, con sus errorcillos y divergencias, estriba en el modo en que personaliza, condimenta y desglosa el pastiche y el puzzle.   
Pinochet, golpista y genocida
         Además de que Borges recibiera, “el 21 de julio de 1976”, en la embajada de Chile en Buenos Aires, la Gran Cruz de la Orden al Mérito Bernardo O'Higgins, otorgada por Augusto Pinochet y la junta militar chilena, casi toda biografía que se respete —por ejemplo: Borges, una vida (Seix Barral, 2004), de Edwin Williamson— no pasa por alto los elogios de Borges al golpista y genocida Pinochet, junto al sonoro y trascendente hecho de que en septiembre de 1976, durante su estancia de una semana en el país chileno, recibió un doctorado honoris causa de la Universidad de Santiago de Chile de manos de su rector, 
que era un general de las fuerzas armadas”, y la Academia Chilena de la Lengua le rindió un homenaje, en cuyo discurso Borges elogió la mano dura y sangrienta de los militares golpistas, en Chile y en la Argentina, además de que tuvo “una cena privada” con la junta militar y el dictador; todo lo cual incidió en que los académicos suecos nunca le concedieran el Premio Nobel de Literatura. A Volodia Teitelboim la presencia de Borges en Chile lo tocó muy cerca, pues en su bosquejo anota que “el diario La Segunda del 20 de septiembre [de 1976] informó en detalle sobre la recepción a toda orquesta que le brindó la Academia Chilena de la Lengua” (lo nombró Miembro de Honor y la Universidad de Santiago, encabezada por el general-rector, le concedió el susodicho doctorado honoris causa). Y allí, dice, se propagaron unas siniestras y chorreantes palabras que dijo Borges en las que además de festejar a los genocidas pinochetistas, celebra el golpe dado el 24 de marzo de 1976 en la Argentina por los militares encabezados por el general Videla: 
      “En ésta época de anarquía, sé que hay aquí, entre la cordillera y el mar, una patria fuerte. Lugones predicó la patria fuerte cuando habló de la hora de la espada. Yo declaro preferir la espada, la clara espada, a la furtiva dinamita. Y lo digo sabiendo muy claramente, muy precisamente lo que digo. Pues bien, mi país está emergiendo de la ciénega creo, espero que con felicidad. Creo que merecemos salir de la ciénega en que estuvimos. Ya estamos saliendo, por obra de las espadas, precisamente. Y aquí ya han emergido de esa ciénega. Y aquí tenemos: Chile, esa región, esa patria, que es a la vez una larga patria y una espada honrosa.”
Pinochet y Videla
  Y según reporta Volodia Teitelboim: “en la misma página de La Segunda del 20 de septiembre [de 1976] donde se reproducen las palabras de Borges se da una información en castellano elemental y con caracteres más negros

“Aparece hoy en Diario Oficial 
“Quitaron nacionalidad chilena a V. Teitelboim
“Volodia Teitelboim Volosky, esbirro de Moscú, que desde la capital soviética se ha dedicado a injuriar a Chile, buscando aislarlo internacionalmente, es el cuarto marxista privado de la nacionalidad chilena. Un decreto de la Junta de Gobierno pone las cosas en su lugar...
“Volodia Teitelboim, Anselmo Sule, Hugo Vigorena y Orlando Letelier son los cuatro individuos privados de la nacionalidad chilena. La determinación del gobierno de privar su nacionalidad de chileno a Teitelboim se concreta hoy con la publicación en el Diario Oficial del decreto 604 y tiene fecha del 10 de junio del presente año. La medida tiene la firma del Presidente de la República y de todos los Ministros de Estado que forman el gabinete del general Augusto Pinochet.”
Salvador Allende el 11 de septiembre de 1973, día del golpe militar
  Volodia apunta que a él y a Carlos Altamirano, por orden de Pinochet, se les intentó matar en la Ciudad de México. Y que si bien Borges regresó a Buenos Aires el 22 de septiembre de 1976 (había llegado el día 15), el día 21, en Washington, “a poca distancia de la Casa Blanca y del Capitolio”, lo pinochestistas de la DINA (y sus cruentos aliados de la CIA) no fallaron al destrozar de un bombazo a Orlando Letelier, quien iba en un auto “junto a su secretaria norteamericana Ronny Moffit”.

Salvador Allende y Orlando Letelier cuando era embajador de Chile en EU
  En “noviembre de 1996”, en México, Editorial Hermes publicó Los dos Borges, y la breve iconografía que incluye difiere de la aún más breve selección de once imágenes que más o menos se logran apreciar en la edición impresa en España, en 2003, por Ediciones Merán; pero en ninguna se introdujo una foto de Borges dándole la mano al genocida y dictador Pinochet o saludado al genocida general Videla en la Casa Rosada, imágenes demonizadas que normalmente eluden las iconografías consagratorias.

(Merán, España, 2003)
  A modo de apéndice hay que subrayar que si a primera vista la edición de Merán parece mejor que la de Hermes, lo que lo refuta sobremanera es el hecho de que después del subcapítulo “104. Fabular un planeta nuevo” en la edición de Merán comienza un desbarajuste en el seguimiento y paginación de los subcapítulos; nauseabundo y tercermundista escollo del “primer mundo” que se prolonga hasta el subcapítulo “114. Al trasluz”.


Volodia Teitelboim, Los dos Borges. Vida, sueños, enigmas. Fotos en blanco y negro. Editorial Hermes. 1ª reimpresión. México, julio 8 de 1997. 342 pp.
Volodia Teitelboim, Los dos Borges. Vida, sueños, enigmas. Fotos en blanco y negro. Ediciones Merán. España, marzo 2003. 336 pp.


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jueves, 9 de junio de 2016

Borges en Sur

Érase el hombre invisible en Buenos Aires

Nacido el 24 de agosto de 1899 en Buenos Aires, Argentina, Jorge Luis Borges murió el 14 de junio de 1986 en Ginebra, Suiza. Editado en Buenos Aires por Emecé, en marzo de 1999, dentro del contexto de las celebraciones mundiales del centenario de su nacimiento, Borges en Sur, con nueve mil ejemplares, es una antología de las colaboraciones con que Borges, entre 1931 y 1980, participó en Sur, la revista fundada por Victoria Ocampo, gracias al entusiasmo y a la persuasión de Waldo Frank y de Eduardo Mallea, pero bautizada por Ortega y Gasset “en una casi legendaria conversación telefónica” que éste y Victoria Ocampo sostuvieron entre Buenos Aires y Madrid, según cuenta María Esther Vázquez en su biografía: Borges. Esplendor y derrota (Tusquets, 1996): “Llamar a larga distancia en aquellos días no era fácil ni barato. Pero ella había hecho antes y haría después cosas bastante más difíciles.”

 
Victoria Ocampo
Foto: Man Ray
       Borges en Sur
es una miscelánea. La edición, con visibles erratas, fue “cuidada” por Sara Luisa del Carril y Mercedes Rubio de Socchi, autoras, al parecer, del acopio, exclusión, orden, notas y manualidad del libro, lo cual comprende dos prólogos sin firma: una “Nota del editor” y otra “Sobre la revista Sur”, que preceden las 101 colaboraciones antologadas, divididas en seis apartados: “Artículos” (que cierra con “Variación”, poema de Borges “no incluido en libro alguno”), “Traducciones”, “Notas”, “Cine”, “Los libros” y “Miscelánea”. 
   Vale recordar, entre paréntesis, que Sara Luisa del Carril es la autora del exhaustivo acopio y anotación del póstumo tomo: Jorge Luis Borges. Textos recobrados. 1919-1929 (Emecé, 1997); y con Mercedes Rubio de Socchi de los siguientes dos títulos que completan la trilogía: Jorge Luis Borges. Textos recobrados. 1931-1955 (Emecé, 2001) y Jorge Luis Borges. Textos recobrados. 1956-1986 (Emecé, 2003). 
   
Jorge Luis Borges en 1943
Foto: Gisèle Freund
(Emecé, Buenos Aires, 1999)
        En Borges en Sur cada colaboración incluye, al pie, la ficha de la revista donde fue publicada (número anual, número de serie, fecha), más la referencia (si es el caso) de otro título donde la misma colaboración fue incluida, lo cual, en gran parte, se limita a tres rarezas bibliográficas: Borges y el cine (Sur, 1974), antología de artículos de Borges con un ensayo de Edgardo Cozarinsky; Páginas de Jorge Luis Borges seleccionadas por el autor (Celtia, 1982), con un prefacio de Alicia Jurado; y Jorge Luis Borges. Ficcionario. Una antología de sus textos (FCE, 1985), con edición, introducción, prólogos, notas y cronología de Emir Rodríguez Monegal. A esto se añaden tres notas intermedias y los índices: el “Indice temático”, dividido en 14 grupos; el “Indice cronológico”, con una nota preliminar, que desglosa las fichas bibliográficas de las 189 colaboraciones de Borges en la revista Sur, de 1931 a 1980, indicando, con un asterisco, las 101 antologadas en el presente libro; el índice de los textos de Sur publicados en los libros reunidos por Borges en el legendario volumen de sus Obras completas (Emecé, 1974), con otra nota preliminar, y que en buena parte son los textos excluidos de Borges en Sur; y, por último, el “Indice general”. 
Obras completas (Emecé, 14a. ed, Buenos Aires, 1984),
cuya primera edición data de 1974.
        En la anónima “Nota del editor” se informa que 75 de las colaboraciones de Borges en Sur han sido publicadas en el citado tomo de las Obras completas de Borges. Que 33 se hallan en las susodichas antologías: la de Edgardo Cozarinsky, la prologada por Alicia Jurado, y la editada y anotada por Emir Rodríguez Monegal. Que 65 son inéditas “en forma de libro”, lo cual se reitera en el cintillo publicitario que rodeaba al libro aún sin abrir e implica el énfasis de la rimbombante novedad, y el hecho de que ahora los lectores de diversas latitudes del orbe pueden acceder, en un solo volumen, a tales rarezas de la arqueología borgeana, lo cual no era fácil, incluso para los argentinos, si se considera lo que se apunta al término de la misma nota: 

       “Agradecemos a Irma Zangara que nos facilitó parte del material.
   “Agradecemos especialmente a la Librería Aquilanti [en Buenos Aires] que con toda     generosidad nos ha permitido consultar la colección completa de Sur en reiteradas oportunidades.” 
   
Cintillo de Borges en Sur (Emecé, 1999)
          Cabe observar, que Irma Zangara —recopiladora de Borges en Revista Multicolor. Obras, reseñas y traducciones inéditas de Jorge Luis Borges. Diario Crítica: Revista Multicolor de los Sábados 1933-1934 (Atlántida, 1995)— fue vicepresidenta de la Fundación Internacional Jorge Luis Borges, fundada en Buenos Aires, “el 24 de agosto de 1988”, por María Kodama —se dice en su página web—, la viuda y heredera universal de los derechos de autor de la obra de Borges. “La fundación ocupa el edificio de la calle Anchorena 1660, próximo a la casa en que Borges vivió con su familia a fines de la década de 1930. María Kodama la adquirió después de algunas dificultades e indecisiones en 1994 [sic]. Compró la propiedad, la renovó e inauguró la Fundación en la primavera de 1995 [sic]. Contiene la biblioteca de Borges y fotografías suyas, varios adornos y objetos pertenecientes al escritor y además un banco de datos para uso de estudiantes e investigadores.” Apunta el escurridizo James Woodall en su controvertida biografía: La vida de Jorge Luis Borges. El hombre en el espejo del libro (Gedisa, 1998). 
Iniciadores de la revista Sur en 1930:
En la fila de atrás (de pie y de izquierda a derecha): Eduardo J. Bullrich, Jorge Luis Borges, Francisco
Romero, Eduardo Mallea, Enrique Bullrich, Victoria Ocampo y Ramón Gómez de la Serna; sentados
(de izquierda a derecha): Pedro Henríquez Ureña, Oliverio Girondo, Norah Borges de De Torre,
María Luisa Olivier, Carola Padilla, Ernest Ansermet y Guillermo de Torre. La fotografía que
aparece en la mesita de la derecha es de Ricardo Güiraldes.


Foto en La vida de Jorge Luis Borges. El hombre en el espejo del libro (Gedisa, 1998)
        Borges estuvo en el primer comité de Sur. Y Guillermo de Torre —autor de Literaturas europeas de vanguardia (Caro Raggio, 1925) y de los tres tomos de Historia de las literaturas de vanguardia (Guadarrama, 1971), quien en 1928 se casó con Norah, hermana de Borges, y correligionario de éste en la vanguardia ultraísta (primero en España y luego en Buenos Aires)—, fue el primer secretario de redacción de la revista. La primera colaboración de Borges en la revista Sur, publicada en el número 1, en enero de 1931, fue el ensayo “El coronel Ascasubi” —no antologado en Borges en Sur—, luego reunido, con el título “La poesía gauchesca”, en la edición de 1957 de Discusión (Gleizer, 1932); libro que también incluye “El Martín Fierro”, la tercera colaboración de Borges en la revista, tampoco incluida aquí, publicada en el número 2, en mayo de 1931. Y la última, editada en el número 347, de julio-diciembre de 1980, fue una “Carta de Borges a Victoria Ocampo”, que no figura en Borges en Sur.

   
Victoria Ocampo
     
Sur número 1
(enero de 1931)
       En este sentido, la colaboración más antigua de Borges antologada en Borges en Sur es la cuarta, aparecida en el número 2, en mayo de 1931, que comprende tres poemas de Langston Hughes traducidos al español por Borges, precedidos de los originales en inglés. Y la menos vieja de las antologadas es la 188 (que cierra el libro): “Homenaje a Victoria Ocampo”, impresa en el número 346, de enero-junio de 1980, y es el póstumo discurso que Borges dijo el “15 de mayo de 1979” en la sede de la UNESCO, en París, pues Victoria había muerto de un cáncer de garganta el 27 de enero de ese año. En el texto (una forma del brindis), Borges glorifica e idealiza el cosmopolitismo de Victoria Ocampo. Con su previsible cortesía y humor, refiere, entre otras cosas, el hecho de que nunca fueron amigos íntimos y que siempre estaban en desacuerdo; no obstante, Victoria lo reconoció y tributó con la edición del legendario e iconográfico Diálogo con Borges (Sur, 1969) que ella ex profeso, y en torno a su 70 aniversario, sostuvo con él. Pero también Borges bosqueja su elección para la revista Sur y la diligencia de Victoria para su nombramiento, en 1955, como director de la Biblioteca Nacional de la Argentina: 
 
Victoria Ocampo entre Adolfo Bioy Casares y Jorge Luis Borges
Mar del Plata, marzo 17 de 1935
        “El recuerdo de Victoria Ocampo me acompañará siempre. Yo no era nadie, yo era un muchacho desconocido en Buenos Aires, Victoria Ocampo fundó la revista Sur y me llamó, para mi gran sorpresa, a ser uno de los socios fundadores. En aquel tiempo yo no existía, la gente no me veía a mí como Jorge Luis Borges, me veía como hijo de Leonor Acevedo, como hijo del Dr. Borges, como nieto del coronel, etc. Pero ella me vio a mí, ella me distinguió cuando casi no era nadie, cuando yo empezaba a ser el que soy si es que soy alguien todavía, porque a veces tengo mis dudas, a veces creo que soy una superstición de ustedes y ustedes me han inventado, sobre todo Francia me ha inventado. Yo era el hombre invisible de Wells en Buenos Aires y luego recibí aquel premio internacional. Bueno, ahí votó por mí Roger Caillois y entonces empezaron a verme en Buenos Aires, se dieron cuenta que yo estaba allí y todo eso lo debo también a Victoria Ocampo. Fui nombrado director de la Biblioteca Nacional después de los años aciagos de la dictadura de cuyo nombre no quiero acordarme y debo eso a la iniciativa de Esther Zemborain de Torres y de Victoria Ocampo. A ellas se les ocurrió que yo podía ocupar el sillón de Groussac y de Mármol. A mí me pareció que eso era imposible. Les dije: ‘Quien mucho abarca poco aprieta, yo preferiría dirigir la Biblioteca de Lomas de Zamora’, que es un pueblo que está al sur de Buenos Aires. Victoria me dijo: ‘No sea idiota’. Efectivamente, ocupé el sillón de Groussac. Yo dirigí aquella biblioteca y descubrí que se cumplía en mí un hecho que voy a recordar ahora. El hecho es éste: Groussac había sido ciego y había dirigido la biblioteca. A mí me dieron un tiempo los 900.000 volúmenes (habrá menos ahora, habrán robado muchos sin duda, digamos unos 800.000 ahora) de la Biblioteca Nacional y descubrí que estaba ciego, apenas podía descifrar las carátulas y los lomos de los libros. Entonces escribí un poema, pero una vez que escribí esos poemas sobre Dios, que con magnífica ironía me dio a la vez los libros y la noche, descubrí que esa dinastía era triple, ya que José Mármol, el olvidado novelista argentino, que ha fijado para todos los argentinos y quizás para toda América la imagen no sé si más fiel pero sí la más vívida del tiempo de Rosas, había sido también ciego. De modo que parece algo misterioso, parece que es muy peligroso ser Director de la Biblioteca, porque uno corre el albur de ser ciego, pero como yo soy el tercero, quizás sea el último. El número tres tiene una significación. Si me piden un recuerdo de Victoria, es curioso, yo recuerdo que nunca estábamos de acuerdo y que siempre nos queríamos mucho, y no nos poníamos de acuerdo, pero éste es un rasgo grato, el hecho de poder estar en desacuerdo con alguien es mucho y ya que estoy en Francia, quiero recordar también a un hombre a quien recuerdo siempre, Pierre Drieu La Rochelle. Yo lo conocí, Victoria lo había invitado, fue uno de los dones que Victoria hizo a nuestro país, y recuerdo que salimos a caminar por los arrabales de Buenos Aires. No sé si era por Chacarita, por el puente de Alsina, por Barracas, no recuerdo muy bien dónde, pero de pronto sentimos la gravitación de la llanura. Habíamos dejado las casas y estábamos entrando en el campo, entonces Drieu dijo una cosa que no recogió en ningún libro, pero que es la definición de la llanura, que todos los escritores argentinos hemos buscado, con la cual no hemos dado. Fue necesario que aquel normando viniera y nos la dijera. Dijo: ‘Vertige horizontal’, es la expresión magnífica, una hermosa metáfora.
   
Victoria Ocampo y Pierre Drieu La Rochelle
      “Pues bien, a Victoria le interesaba la literatura francesa, pero no sólo los autores ilustres sino los escritores medianos, por ejemplo si yo hacía una alusión a Gide, Victoria la conocía desde luego. Si yo aludía al Sr. Sherlock Holmes y su amigo el Dr. Watson ella indudablemente los conocía también. Frecuentaba a Leroux también, y me parece que el hecho de conocer a los escritores menores, de conocer el slang de los diversos idiomas, esa es la verdadera intimidad con un país. Y ahora sólo me resta decir que es importante honrar a Victoria, pero que es más importante ser dignos de aquella alta memoria de Victoria Ocampo. Debemos tratar de continuar su labor, debemos tratar de interesarnos no en un solo país, en un solo proceso histórico, sino iniciar esa aventura imposible y generosa de la humanidad, debemos interesarnos en el universo. Muchas gracias.” 
José Bianco
(1908-1986)
       Entre 1938 y 1961, José Bianco estuvo en la redacción de Sur, primero como secretario y luego como jefe. “Fueron sin duda los años más fecundos de Sur”, se reitera aquí. Su novela Las ratas (Sur, 1943) fue reseñada por Borges en el número 111, de enero de 1944, reseña incluida en Borges en Sur. Luego de que cierta Comisión Nacional de Cultura no otorgó el Premio Nacional de Literatura a El jardín de senderos que se bifurcan (Sur, 1941) , José Bianco, en el número  94 de Sur, de julio de 1942, publicó el legendario “Desagravio a Borges”, conjurado por él y Eduardo González Lanuza. Bianco murió el 24 de abril de 1986 y Borges el 14 de junio del mismo año. Pero como indicios del afecto que los vinculó, pueden leerse dos textos: el prólogo que Borges fechó en “Buenos Aires, 18 de septiembre de 1985”, ex profeso para Ficción y reflexión, volumen antológico de la obra de Bianco editado en México, en 1988, por el FCE. Y en tal tomo, entre las páginas donde José Bianco recuerda a Victoria Ocampo, a la revista Sur, y a Borges, hay una crónica memoriosa de 1986 titulada “Borges”. Allí, Bianco evoca:  

   
(FCE, México, 1988)
       “Mi relación con Borges se hizo más asidua a través de Silvina Ocampo y Adolfo Bioy Casares. Tantas veces he comido con Borges en casa de ellos, primero en Coronel Díaz, después en Santa Fe, después en Aguado, y por último en Posadas, donde viven actualmente, en la misma casa donde lo conocí. Cuando entré a trabajar a Sur, en mayo de 1938, pocas cosas me daban más alegría que las colaboraciones de Borges. Me parecía, en cierto modo, que justificaban la revista. Recuerdo que a consecuencia de una operación en la que estuvo a punto de morir (en aquella época no existían los antibióticos) Borges temió por su integridad mental. Durante la convalecencia y después, ya curado, decidió abordar un género nuevo, escribir algo completamente distinto de lo que había hecho hasta entonces; que no se pudiera decir: ‘Es mejor o peor que el Borges de antes.’ Así nació su primer cuento fantástico de inspiración metafísica: ‘Pierre Menard, autor del Quijote’. Borges estaba tan preocupado por el texto que acababa de entregarme —quizá ni él mismo se daba cuenta clara del resultado de su talento—, que a la mañana siguiente me llamó para saber qué me había parecido. Le dije la verdad: ‘Nunca he leído nada semejante’, y me apresuré a publicarlo, encabezando el número 56 de Sur.” Número correspondiente a mayo de 1939 y cuento que Borges compiló en su citado libro: El jardín de senderos que se bifurcan (Sur, 1941), luego integrado como primera sección de Ficciones (Sur, 1944). 


Jorge Luis Borges, Borges en Sur. 1931-1980. Antología y edición al cuidado de Sara Luisa del Carril y Mercedes Rubio de Socchi. Emecé Editores. Buenos Aires, marzo de 1999. 360 pp.  


martes, 7 de junio de 2016

Borges y México




Entre negligencias, elogios y frijoles en la sopa


I de III
En el contexto de las múltiples celebraciones mundiales del centenario del nacimiento de Jorges Luis Borges (1899-1986), el veracruzano Miguel Capistrán (fallecido a los 73 años el miércoles 26 de septiembre de 2012) publicó, en noviembre de 1999 y a través de Plaza & Janés, la antología Borges y México. En julio de 2012 se terminó de imprimir la “Nueva edición”, pero con el sello de Lumen; y cobró notoriedad porque el martes 31 del mismo mes, a las 19 horas, iba a ser presentada en la Sala Manuel M. Ponce del Palacio de Bellas Artes, en cuya Sala Internacional se inauguró la muestra Borges en México: crónica visual y literaria, conformada con retratos, dibujos, y fragmentos del escritor, que documentan las tres visitas que hizo al país mexicano (en 1973, en 1978 y en 1981); pero no se presentó porque María Kodama, la viuda de Borges y heredera universal de sus derechos de autor, señaló un celebérrimo poema, atribuido a Borges, en la colaboración de Elena Poniatowska. A raíz de esto, Random House Mondadori, dueña de Lumen, anunció que retiraría el libro de las librerías para reeditarlo sin el texto de Elena. Pero no fue así. Es cierto que tras el mediático señalamiento se suspendió la venta y el libro se tornó inencontrable. Y fue hasta el siguiente 24 de agosto (día del aniversario de Borges) cuando el reseñista pudo adquirirlo por Internet y el ejemplar que le llegó a Xalapa contiene la malhadada entrevista con el falso poema.
Primera edición en Lumen
México, julio de 2012
       Tal frijolote en la sopa de letras implica negligencia y chambismo por partida triple: entrevistadora, editor y editorial. “Un agnóstico que habla de Dios”, la crónica-entrevista de Elena Poniatowska antologada en Borges y México, originalmente fue hecha en torno al relevante hecho de que Borges, el 7 de diciembre de 1973, recibió, en la Capilla Alfonsina, el primer Premio Internacional Alfonso Reyes. La hizo ex profeso para publicarla por entregas en el periódico Novedades. Miguel Capistrán, en su papel de editor, no hurgó en ningún archivo hemerográfico, sino que se limitó a tomarla del tomo 1 de Todo México (Diana, México, 1990) —por fortuna sin los torpes subtítulos—, compilación de Elena, donde aparece con el rótulo “Jorge Luis Borges”, aderezada con fotos y, al final, con pasajes de la 
“Cronología de Jorge Luis Borges. Ficcionario. Una antología de sus textos (FCE, México, 1985), anotado compendio de Emir Rodríguez Monegal. Pero la autora no data los números del diario donde se publicó, además de que, sin decir por qué, la fecha en “Diciembre de 1976”. Al parecer, tal fecha obedece a que en cierto momento posterior a diciembre de 1973 insertó el texto apócrifo, más el poema de Borges “El remordimiento”, del que ella no cita el título ni el libro donde figura: La moneda de hierro (Emecé, Buenos Aires, 1976), que según anota Nicolás Helft en Jorge Luis Borges. Bibliografía completa (FCE, Buenos Aires, 1997), primero apareció en La Nación, en Buenos Aires, el 21 de septiembre de 1975.
Sobre la nefanda leyenda negra que persigue y rodea al susodicho poema atribuido a Borges (sumamente simplote y ajeno a él), María Kodama apunta en su prólogo al libro Borges en Revista Multicolor. Obras, reseñas y traducciones inéditas de Jorge Luis Borges (Editorial Atlántida, Buenos Aires, 1995), que es el acopio que la investigadora Irma Zangara hizo de las “Colaboraciones de Jorge Luis Borges en la Revista Multicolor de los Sábados del diario Crítica, 1933-1934”: 
Primera edición en Atlándida
Buenos Aires, agosto de 1995
     “Lo más notable es comprobar que esa misma gente que no aprueba la publicación de las tres obras mencionadas [se refiere a los tres libros de ensayos juveniles proscritos por Borges a lo largo de su vida adulta: Inquisiciones (Proa, 1925), El tamaño de mi esperanza (Proa, 1926) y El idioma de los argentinos (Gleizer, 1928), reeditados por ella a través de Seix Barral, respectivamente en ‘marzo de 1994’, ‘noviembre de 1993’ y ‘noviembre de 1994’], frente al poema ‘Instantes’ o ‘Momentos’ de la escritora norteamericana Nadine Stair [seudónimo, al parecer, del caricaturista norteamericano Don Herold (1888-1966)], atribuido falsamente —quiero creer que por ignorancia— a Borges, esa gente, repito, nada dijo ni del estilo ni del contenido de esos versos. Aunque resulte infantil el lenguaje empleado y totalmente contradictorio el mensaje transmitido por el poema, con respecto a los principios que Borges sustentó hasta el final de su vida.
“Se llegó al horror de leer y enseñar en instituciones oficiales, y atribuyéndolo siempre a Borges, ese poema sin valor literario. Pienso que esto constituiría la mejor demostración de que es mejor que ‘el lector medio’ lea directamente, por sí mismo, las obras de juventud de Borges, donde puede sentir su genio y sus ideas, aunque el estilo sea criticable.
“Insisto en este tema porque, durante siete años, luché prácticamente sola para poner en claro esta ridícula situación.”
Borges y Miguel Capistrán en México
En su “A manera de prólogo”, Capistrán bosqueja sus estancias y sus vivencias en Buenos Aires y su papel de promotor para que Borges viajara a México por primera vez en diciembre de 1973 para recibir el Premio Alfonso Reyes y para que participara en el programa Encuentro de Televisa. Del segundo viaje a México, sucedido en “noviembre de 1978”, apunta: fue “producto de una invitación a participar en una serie de programas televisivos en que dialogó Juan José Arreola, tuve directa intervención, ya que fui organizador y productor de los mismos para la que entonces era la televisión oficial mexicana.” 
En la tercera, “la ocurrida en abril de 1981”, Capistrán ya no jugó ningún papel, pero apunta: “se debió a la concesión que el gobierno mexicano hizo a Borges del Premio Ollin Yolliztli, así como a su participación en un encuentro de poesía que tuvo lugar paralelamente. Su anfitrión esa vez fue el gobierno federal. En el segundo y tercer viaje fue acompañado por María Kodama.” Y en el primero por Claude Hornos de Acevedo desde Argentina, pero Capistrán también lo hizo en los dos primeros. 
Borges, José Emilio Pacheco y Claude Hornos de Acevedo
México, diciembre de 1973
  Dado que en Borges y México, el antólogo y editor dice ser un viejo y entusiasta borgesiano y el promotor en primera línea del primero y del segundo viaje que Borges hizo a las latitudes mexicanas, señala y objeta: “prácticamente en todas las biografías y en varios trabajos sobre el escritor se registra un presunto viaje a nuestro país en 1976. Véase por ejemplo: Borges. Una biografía literaria de Emir Rodríguez Monegal; Borges. Esplendor y derrota de María Esther Vázquez, y La vida de Jorge Luis Borges de James Woodall; por mencionar apenas estos tres libros en los que se da como hecha la visita.”
Pero además Miguel Capistrán menciona ese supuesto viaje a México en 1976 porque, según dice, él lo había gestionado para otro programa televisivo, en su calidad de “asesor de asuntos culturales de la Vicepresidencia Ejecutiva de Televisa, a cargo de Miguel Alemán Velasco”. Viaje que se acordó y, apunta, Borges anunció públicamente, luego de anunciar que “sería condecorado en la embajada chilena en Buenos Aires, junto con el científico argentino Luis Federico Leloir, con la Orden Bernardo O’Higgins concedida por el gobierno de Augusto Pinochet”; y que después iría “a Chile para recibir el doctorado honoris causa de la Universidad de Santiago, como ocurrió, además de ser recibido por el dictador.” Vale puntualizar que la entrega de la Gran Cruz de la Orden del Mérito Bernardo O’Higgins ocurrió, en la embajada de Chile en Buenos Aires,  “el 21 de julio de 1976”, según precisa Edwin Williamson en las páginas 466-467 de su Borges, una vida (Seix Barral, 2006). Y para recibir el sonoro “doctorado honoris causa de la Universidad de Santiago, viajó a Chile el 15 de septiembre de 1976 y pasó allí una semana “aclamado y festejado por las autoridades” golpistas. “Un  general de las fuerzas armadas”, “rector de la Universidad de Chile”, fue quien le entregó su flamante doctorado honoris causa. Luego, en la Academia Chilena —donde lo homenajearon y nombraron Miembro de Honor, Borges invocando a Leopoldo Lugones (“en su período fascista, nada menos”), pronunció un discurso “llamando a las fuerzas armadas a crear una 'patria fuerte' que garantizara el orden en un continente bárbaro.” Y “Para culminar, aceptó una invitación a una cena privada con el presidente de la junta militar, general Augusto Pinochet, que le otorgó la Gran Cruz de la Orden Bernardo O'Higgins, el libertador de Chile.
Primera edición en Seix Barral
Buenos Aires, 2006
  “Esto dio lugar a una situación conflictiva”, apunta el antólogo Miguel Capistrán sin brindar fechas, que derivó en la cancelación del programa televisivo, “porque México había roto relaciones con Chile a raíz del golpe de Estado de Pinochet. Aquí se encontraban como refugiados numerosos chilenos, entre ellos la viuda del asesinado presidente Salvador Allende, y Luis Echeverría, que recibió y homenajeó al escritor en 1973 y se había convertido en uno de los campeones del asilo político por las medidas adoptadas con respecto a ese país conosureño, consecuentes con el apoyo que siempre otorgó al régimen allendista”. No obstante, habría que recordarle a Capistrán, sino hubiera muerto, que si bien cuando murió Allende el 11 de septiembre de 1973, día que se sucedió el golpe de Pinochet y la toma del Palacio de la Moneda, se pensó y corrió el mediático rumor de que el presidente había sido asesinado por los militares golpistas, con el paso del tiempo fue ganando la tesis del suicidio, no sin largas y enredadas controversias. La última exhumación ocurrió el 23 de mayo de 2011; y el siguiente 19 de julio, bajo la observación de familiares y de la prensa, el grupo de policías y forenses, chilenos y extranjeros, dirigidos por el Dr. Patricio Bustos, director del Servio Médico Legal de Chile, confirmó el suicidio del Salvador Allende durante el bombardeo al Palacio de la Moneda.
Con el mismo rasero con que objeta el supuesto viaje a México en 1976, Capistrán, editor de la antología y presunto borgesiano de larga data, debió objetar el poema atribuido a Borges en la colaboración de Elena Poniatowska. Según declaró ella a distintos medios luego de que estalló el escándalo, su descuido no es grave. Pero sí lo es. Es una ofensa a la obra y a la memoria de Borges y un insulto a la inteligencia de los viejos y nuevos lectores. Y además de que a nadie le gusta el ninguneo ni que le vendan gato por liebre, transluce que después de tantos años no tuvo la curiosidad de leer la obra poética de su entrevistado y descubrir por sí misma que “Instantes” no es un poema de Borges y públicamente enmendar su error expuesto, en 1990, en el tomo 1 de Todo México, reiterado en la “Nueva edición” de Borges y México.

Elena Poniatowska
En una contradictoria nota publicada en La Jornada el sábado 4 de agosto de 2012, Elena, que primero declaró no recordar por qué el poema atribuido estaba allí, dice que Rosa Nissan se lo mostró enmarcado en un cuadro y diciendo: “¡Mira qué maravilla, es de Borges!”; y ella, sin verificar la fuente ni la autenticidad (¡vaya periodista!) lo insertó en su texto para publicarlo en el tomo 1 de Todo México. Mas no lo hizo con un criterio periodístico, sino literario, porque inventó un diálogo con Borges donde ella le lee los poemas y él escucha sin decir ni mu ni pío. Pero además revela otro dato que tampoco registró en Todo México, libro editado, vale repetirlo, en diciembre de 1990: 
Primera edición en Diana
México, diciembre de 1990
     “También para el tomo I de la serie Todo México incluí un segundo encuentro con Borges en el hotel Camino Real, en 1979, en una entrevista de prensa a la que asistimos muchos periodistas y escogí otro poema, Remordimiento, ese sí de Borges escrito en 1975, después de la muerte de su madre [doña Leonor murió el 13 de julio de 1975].
“Mi descuido fue haber mezclado las dos entrevistas para la edición de Diana, guiada por la emoción del segundo encuentro en el hotel y no volver a revisar la entrevista como tampoco la revisaron los editores de Todo México y ahora los del libro Borges y México.
     Mas en tal supuesta aclaración y tardía revelación, omite que en esa arbitraria mezcla sólo menciona dos sitios donde entrevistó a Borges en torno a la recepción del Premio Alfonso Reyes (la cual ocurrió el 7 de diciembre de 1973 en la Capilla Alfonsina): de manera  colectiva en el “comedor del hotel Parque de los Príncipes, en la parte alta de Las Lomas”, y de un modo individual en su bungalow —donde le dizque leyó a Borges los versos de   “Instantes” y los de “El remordimiento—, y que fechó su trabajo en “Diciembre de 1976”; fecha imaginaria, que eligió quizá inducida por el repetido supuesto de que Borges viajó a México en 1976. Y vuelve a equivocarse cuando dice que el encuentro con Borges en el hotel Camino Real fue “en 1979”, pues el escritor tampoco estuvo en México en tal año, sino en “noviembre de 1978”.
Borges y Juan José Arreola
(México, noviembre de 1978)
Dibujo de Felipe Ehrenberg


II de III
Sin una mínima iconografía interior que ilustrara sobre las tres visitas que Borges hizo a México (en 1973, 1978 y 1981), la “Nueva edición” de la antología Borges y México (Lumen, 2012) se divide en tres partes: “Borges y Reyes”, “Autores mexicanos sobre Borges” y “Breve antología” de textos de Jorge Luis Borges, precedidas por tres preámbulos de Miguel Capistrán, el antólogo y editor: la “Advertencia”, el prefacio “A manera de prólogo” y una serie de “Reconocimientos”.

   Los estridentistas: Ramón Alva de la Canal, Germán List Arzubide,
     Manuel Maples Arce, Arqueles Vela y Lepoldo Méndez
(Xalapa, c. 1926)
      En la “Advertencia”, al referir el contacto entre el joven Borges, de filiación ultraísta, con los escritores mexicanos del movimiento estridentista, Capistrán apunta: “hubo bastante cercanía y comunicación entre ellos, lo que se demuestra con la reseña que Borges dedicó al libro Andamios interiores, de Manuel Maples Arce, en la bonaerense revista Proa en 1925”. Y para apuntalar tal equivocado aserto sobre el artículo que Borges escribió sobre Andamios interiores. Poemas radiográficos (Cvltvra, 1922), el primer poemario estridentista del papanteco Manuel Maples Arce (1900-1981), en la tercera parte aparece seleccionada tal reseña con el título “Sobre Andamios interiores” y un asterisco que remite a su pie de página: “En Luis Mario Shneider, El estridentismo, una literatura de la estrategia, INBA, México, D.F., 1970”. Obsérvese que el apellido de Luis Mario no es “Shneider”, sino Schneider, y que tal errata es una de las muchas erratas que pululan chambonamente en la flamante “Nueva edición” de Borges y México. Miguel Capistrán no lo dice, pero el título seleccionado por él es el título acuñado por el Consejo de redacción (Marco Tulio Aguilera y Luis Méndez) para cabecear tal reseña en el número 40 (Octubre-Diciembre de 1981) de La Palabra y el Hombre, revista de la Universidad Veracruzana, que esa vez estuvo dedicada por completo al movimiento estridentista. En el capítulo “1922” de El estridentismo. Una literatura de la estrategia (INBA, 1970), Luis Mario Schneider apunta: 
Andamios interiores (Cvltvra, 1922)
    “El 15 de julio [de 1922] aparece la primera muestra positiva del estridentismo a la vez que el primer libro de vanguardia escrito por un mexicano y publicado en México: Andamios interiores de Manuel Maples Arce”. Y más adelante añade: “Por entonces el único movimiento de vanguardia latinoamericano se desarrollaba en Buenos Aires, en donde, al regreso de Europa de Jorge Luis Borges, se publicó primeramente la revista Prisma [que fue mural] y más tarde Proa. En el número 2 (diciembre de 1922) de Proa, aparece una crítica del propio Borges sobre Andamios interiores, artículo que luego recogió en su libro Inquisiciones, obra de que ahora reniega.” Y luego del punto figura el numerito 11 que remite a la nota donde Schneider transcribió la reseña de Borges, pero no con el título “Sobre Andamios interiores”, sino precediéndola con una observación: “Por la importancia de la crítica y también por lo que con el tiempo ha llegado a tener la personalidad de Borges, lo copio íntegro”. Después, en la bibliografía, Schneider consigna el título con que Borges lo publicó en la revista Proa (no obstante omitió el número 2): “Borges, Jorge Luis: ‘Andamios interiores de Manuel Maples Arce’, Proa, Buenos Aires, diciembre, 1922, p. 120-123”. 
Inquisiciones (Proa, 1925)
Vale añadir que esa primera época de la revista Proa, encabezada por Borges, Macedonio Fernández y el grupo de Prisma, sólo hizo 3 números: el número 1 data de agosto de 1922 y el 3 de julio de 1923. Mientras que Inquisiciones, el primer libro de ensayos del joven Borges, fue editado por “Editorial Proa en abril de 1925”. Proscrito de manera individual y del tomo de sus Obras completas (Emecé, Buenos Aires, 1974), sólo póstumamente fue reeditado por María Kodama, en “marzo de 1994”, en Buenos Aires, a través de Seix Barral. Allí, en la sección “Acotaciones”, figura la citada reseña con el rótulo “Manuel Maples Arce, Andamios interiores, México, 1922”. Se advierten, además, minúsculas diferencias entre ambas transcripciones, que habría que cotejar con los textos originales.
Entre los textos antologados en “Borges y Reyes”, la primera parte de Borges y México, descuella “Misterio en la Argentina”, “el único ensayo que [Reyes] dedicó íntegramente a Borges”, originalmente publicado en Tiempo, el “30 de julio de 1943”. Pero también destaca “Una amistad literaria”, ensayo de Donald A. Yates, transcrito de “Más páginas sobre Alfonso Reyes, vol. 3, segunda parte, El Colegio Nacional, México, 1976, pp. 922-933”; esto porque bosqueja el consecutivo influjo que en la formación intelectual y literaria de Borges ejercieron su padre Jorge Guillermo Borges (1874-1938), Rafael Cansinos Assens (1882-1964), Macedonio Fernández (1874-1952) y Alfonso Reyes (1889-1959), con quien el joven Borges trabó amistad cuando el mexicano, entre 1927 y 1930, fue embajador en Argentina. Además de que Reyes en ese lapso le publicó a Borges su tercer poemario de 64 páginas: Cuaderno San Martín (Cuadernos del Plata núm. 2, Buenos Aires, 1929), incidió en que el argentino puliera su escritura y abandonara el rebuscado estilo acriollado que venía utilizando, incluso durante su postura ultraísta.
Alfonso Reyes con su perro Alí
(Buenos Aires,1927)
En tal primera parte de Borges y México, se lee el artículo de Eduardo Deschamps titulado “La entrega del Premio Alfonso Reyes”, cuyo pie puntualiza: “Crónica en Excélsior de la ceremonia en que Borges recibió la distinción en la Capilla Alfonsina, 8 de diciembre de 1973, p. 18”, que resulta útil porque da visos de lo ocurrido durante la entrega del Premio Alfonso Reyes a Borges, a lo cual se añaden los testimonios y datos que Capistrán vierte en su “A manera de prólogo”.
En la primera parte del libro, también figura una miscelánea y caprichosa sección de fragmentos denominada “Reyes según Borges”, con un asterisco que remite a un pie de página donde el antólogo dice:
“La razón enunciada en la nota editorial acerca de los derechos autorales ha impedido documentar debidamente en este apartado una relación amistosa de tanta relevancia como la de Borges-Reyes. La bibliografía incluida al final del volumen intenta subsanar esta involuntaria deficiencia. En varios textos allí registrados puede advertirse el constante reconocimiento que el escritor de Buenos Aires hizo al de Monterrey, al grado de que no vaciló en llamarlo ‘maestro’ en algunos de los comunicados epistolares que intercambió con él. Con las alusiones de uno a otro en sus respectivas obras aquí recogidas, más otros trabajos referentes a esa amistad, se intenta poner relieve su excepcionalidad. Es lamentable que un texto iluminador en este aspecto, el de José Emilio Pacheco, ‘Borges y Reyes: una correspondencia. Contribución a la historia de una amistad literaria’, no se incluyera en esta sección por causas autorales, pero no atribuibles a Pacheco, sino a Borges.” 
 
María Kodama
      Todo lo cual asombra y desconcierta. Primero porque en las páginas finales de Borges y México no hay ninguna bibliografía, quizá porque los editores de Lumen decidieron omitirla, sin consultarlo y sin acordarlo con Miguel Capistrán. En segundo lugar porque el primer apartado de tal sección, el número I, concluye con un pie entre paréntesis que acredita: “(José Emilio Pacheco, ‘Borges y Reyes: una correspondencia. Contribución a la historia de una amistad literaria’, Revista de la Universidad, núm. 4, diciembre de 1979, pp. 14-16)”. Y en tercer lugar porque según Miguel Capistrán no se antologó tal ensayo por razones “no atribuibles a Pacheco, sino a Borges”; es decir, a María Kodama, viuda de Borges y heredera universal de sus derechos de autor, quien figura acreditada como propietaria del copyright de los textos antologados en la “Breve antología” de Jorge Luis Borges, la tercera y última parte de la “Nueva edición” de Borges y México, quien viajó de Buenos Aires a la capital mexicana para ex profeso participar en la presentación de ésta en la Sala Manuel M. Ponce del Palacio de Bellas Artes, la cual se frustró, repito, porque ella descubrió el famoso poema “Instantes”, atribuido a Borges, en la crónica-entrevista de Elena Poniatowska. El que María Kodama previamente haya autorizado la selección de textos de su ex marido en la presente antología de Miguel Capistrán, hace suponer flexibilidad y diálogo para negociar y convenir con ella, y no la cerrazón que alude el antólogo y editor. 


Borges y María Kodama en México
Abril de 1981
Foto: Paulina Lavista


III de III 
A la notoria falta de la bibliografía al término del libro que Miguel Capistrán anuncia en la página 96 de la “Nueva edición” de la antología  Borges y México (Lumen, 2012), se suman las numerosas erratas que la plagan, y el notorio hecho de que, cuando en los textos antologados se citan líneas y fragmentos en inglés y en francés, no se incluyó su elemental y necesaria traducción al español. Resulta tautológico replicarlo: estamos en un país mayoritariamente hispano y Borges y México es una antología con un cariz periodístico, cuyo lector promedio no es un ejemplar de la reducida estirpe de los políglotas ni de la elitista capilla de los eruditos borgesianos, quizá de cepa académica. 
Miguel Capistrán 
(1939-2012)
En un libro (sin iconografía mínima) que bosqueja y resalta las tres visitas que Borges hizo a México (en 1973, 1978 y 1981), más su amistad con escritores mexicanos (en particular con Alfonso Reyes) —que además escribieron sobre él—, y los intrínsecos vínculos entre la vida y obra del escritor argentino con el país mexicano, reflejados en pasajes y detalles de su obra poética, narrativa y ensayística e incluso en ciertas cartas, sorprende que Miguel Capistrán —el editor, antólogo, prologuista y anotador de la “Nueva edición” de Borges y México— en ninguna página cite, enumere o reseñe los libros que Borges, aún vivo y por primera vez en toda la aldea global, publicó en tierras mexicanas. Primero fue Antiguas literaturas germánicas (FCE, Col. Breviarios, núm. 53, 1951), escrito con la colaboración de Delia Ingenieros, del que más tarde, con María Esther Vázquez, “amplió y reescribió solamente la primera parte” y publicó con un nuevo prólogo y el rótulo Literaturas germánicas medievales (Falbo, Col. De las palabras, Buenos Aires, 1965). Luego vinieron los dos tomos de Poesía gauchesca (FCE, 1955), con “Edición, prólogo, notas y glosario de Jorge Luis Borges y Adolfo Bioy Casares”, dentro de la colección Biblioteca Americana, “Proyectada por Pedro Henríquez Ureña y publicada en memoria suya”. Siguió el Manual de zoología fantástica (FCE, Col. Breviarios, núm. 125, 1957), escrito con el auxilio de Margarita Guerrero, el más célebre de sus libros publicados en México, cuya novena edición, de 2007, coincidió con su 50 aniversario; es decir, se ha seguido reeditando, pese a que fue aumentado y publicado con otro prólogo y un nuevo título igualmente célebre: El libro de los seres imaginarios (Kier, Buenos Aires, 1967). En 1968, con el número 13 de la Serie Voz Viva de América Latina, de la Dirección General de Difusión Cultural de la UNAM, se publicó un elepé con la voz de Borges, en cuyo cuaderno adjunto se reproducen los veinte poemas y prosas que el escritor recitó de memoria, junto con seis comentarios improvisados por él. Bagaje precedido por la “Presentación” de Salvador Elizondo (1932-2006), ensayo firmado en “Oberengadin, Suiza, 15 de febrero, 1968”. Nada relativo al elepé menciona Capistrán, pese a que se reeditó en agosto de 1982 y a que el ensayo de Salvador Elizondo —el mismo del long play, pero sin la fecha del final— está antologado en la segunda parte de Borges y México con el título “El poeta”, en cuyo pie se dice: “Título original: ‘La poesía de Borges’, en Obras, t. I, El Colegio Nacional, 1994, pp. 39-48.”

Borges, Octavio Paz y Salvador Elizondo en el Palacio de Minería
Abril de 1981
Foto: Paulina Lavista
Doce años después de la primera edición del elepé, apareció Siete noches (FCE, Col. Tierra Firme, 1980), conferencias con transcripción y epílogo de Roy Bartholomew, que Borges dictó en 1977 en el Teatro Coliseo de Buenos Aires. Siguió Borges el memorioso, que si bien fue publicado por el mexicano FCE en la colección Tierra Firme, su primera edición, de 1982, fue impresa en Argentina, mientras que la segunda, corregida (pero con erratas), fue impresa en México, en 1983. Se trata de la transcripción y edición de una serie de charlas radiofónicas con Antonio Carrizo, en algunas de las cuales también participa Roy Bartholomew, transmitidas en 1979, con motivo del 80 aniversario del entrevistado, en el programa La vida y el canto, de Radio Rivadavia, en Buenos Aires. 
No se puede omitir el citado Ficcionario (FCE, Col. Tierra Firme, México, 1985), la antología de textos de Borges, con edición, introducción, prólogos, notas y cronología del crítico uruguayo Emir Rodríguez Monegal (1921-1985), cuyo origen es un antología de Borges en inglés que en 1981 publicó en Estados Unidos “con la amistosa colaboración del poeta Alastair Reid ; ni su póstumo libro biográfico: Borges. Una biografía literaria (FCE, Col. Tierra Firme, México, 1987), originalmente escrito en inglés y publicado en Nueva York, en 1978, por E.P. Dutton, y cuya traducción al español de Homero Alsina Thevenet comprende ex profesas modificaciones del autor. 
Edición de Siglo XXI terminada de imprimir en México
el 29 de septiembre de 2000 sin el copyright de María Kodama
  Vale mencionar la Nueva antología personal de Borges, sucesivamente reeditada en México por Siglo XXI, de la que según apunta Elena Poniatowska casi al inicio de su citada crónica-entrevista en torno a la estancia de Borges en México en diciembre de 1973, “va en la quinta edición”. Pero la Nueva antología personal, que inicia con un prólogo del autor firmado en “Buenos Aires, 13 de junio de 1968”, fue publicada por primera vez, no en México, sino en la capital argentina, y no por Siglo XXI, sino por Emecé, en 1968. Se trata de la reelaboración que Borges hizo de su Antología personal (Sur, Buenos Aires, 1961), en cuyos textos dispuso modificaciones dispersas, publicada por Victoria Ocampo en el contexto del 30 aniversario de la revista Sur. Siglo XXI Editores, además, no ha procurado consignar las sucesivas reediciones (por algo será). Yo, el reseñista y autor de la presente nota, poseo un ejemplar de la edición concluida “el día 29 de septiembre de 2000” —“de 8000 ejemplares más sobrantes para reposición”, se dice en el colofón—; y como si fuera un tiraje pirata, no acredita el correspondiente copyright de María Kodama, heredera universal de los derechos de autor de Borges, ni registra nada de la edición original ni de las subsiguientes reediciones. 

Borges en la Capilla Alfonsina
Diciembre de 1973
Foto: Rogelio Cuéllar
Mucho o poco podría reseñarse y discutirse de cada uno de los textos de los 22 autores mexicanos que escribieron sobre Borges, antologados en la segunda parte de Borges y México. En este sentido, vale limitarse a otro comentario marginal. Con el rótulo “Ironías” se lee un ensayo de Carlos Monsiváis (1938-2010), del que se apunta fue publicado “En El Universal, 29 de agosto de 1999, pp. 1-30”. El cual, Monsiváis reelaboró, con notas y el título: “‘Me bastaría ser inmortal’ (ironía y sátira en Borges)”, y está incluido en In memoriam Jorge Luis Borges (El Colegio de México, 2008), compilación editada por Rafael Olea Franco, resultado del homónimo Coloquio Internacional sucedido en El Colegio de México “el 18 y 19 de septiembre de 2006”, urdido para conmemorar el 20 aniversario de la muerte de Jorge Luis Borges. 
Carlos Monsiváis y Jorge Luis Borges
México, diciembre de 1973
  En la “Breve antología”, la tercera y última parte del libro, se leen doce textos de Borges que aluden a México y a sus escritores, en cuyos pies de página, cada vez que pueden, los editores de Lumen remiten, por criterios de autopublicidad, al par de libros con obras reunidas de Borges, publicadas en tal sello por Random House Mondadori: Cuentos completos (2011) y Poesía completa (2011); pero dadas las fodongas erratas que pululan en Borges y México, más vale acudir a otras ediciones. Uno: “La escritura del dios”, cuento de El Aleph (Losada, Buenos Aires, 1949). Dos: “El asesino desinteresado Bill Harrigan”, cuento de Historia universal de la infamia (Tor, Col. Megáfono núm. 3, Buenos Aires, 1935). Tres: “México”, poema de La moneda de hierro (Emecé, Buenos Aires, 1976). Cuatro: “In memoriam A.R.”, poema de El hacedor (Emecé, Buenos Aires, 1960). Cinco: “Juan Rulfo: Pedro Páramo
”, el prólogo para tal novela publicada por Hyspamérica en la Colección Biblioteca Personal de Jorge Luis Borges, núm. 10, Madrid, 1985. Seis: “Juan José Arreola, Cuentos fantásticos, el prólogo para la antología homónima publicada por Hyspamérica en la Colección Biblioteca Personal de Jorge Luis Borges, núm. 56, Madrid, 1986, que es el mismo prólogo incluido en una edición de Confabulario (FCE, México, 1985) con ilustraciones de José Luis Cuevas. Siete: “Crucero”, reseña del poemario homónimo que el casi olvidado Genaro Estrada (1887-1937) publicó en Cvltvra (México, 1928), “Con una litografía al offset y cinco grabados de Gabriel García Maroto”, cuyo nombre propio escribió con jota, transcrita de Textos recobrados 1919-1929 (Emecé, Barcelona, 1997), volumen póstumo de Borges, con “Edición al cuidado de Sara Luisa del Carril”, en donde se dice que apareció en Síntesis, Buenos Aires, Año 2, No. 18, noviembre de 1928”. Ocho: “Alfonso Reyes”, texto escrito en torno a la muerte del polígrafo regiomontano, sucedida en México el 27 de diciembre de 1959, tomado de Borges en Sur 1931-1980 (Emecé, Buenos Aires, 1999), antología con “Edición al cuidado de Sara Luisa del Carril y Mercedes Rubio de Socchi”, donde se anota que apareció en el número 264 de la revista Sur (mayo-junio de 1960). Nueve: “Sobre Andamios interiores”, la citada reseña que Borges escribió sobre Andamios interiores. Poemas radiográficos (Cvltvra, México, 1922) de Manuel Maples Arce (1900-1981), que Borges publicó en el número 2 de la revista Proa (Buenos Aires, diciembre de 1922), luego incluida en Inquisiciones (Proa, Buenos Aires, 1925), su primer libro de ensayos. Diez: “Juárez y Maximiliano”, prólogo escrito por Borges para el homónimo libreto del dramaturgo checo Franz Werfel (1890-1945) —esto lo omite Capistrán—, reunido en Textos recobrados 1931-1955 (Emecé, Bogotá, 2001), volumen póstumo de Borges, con “Edición al cuidado de Sara Luisa del Carril y Mercedes Rubio de Socchi”, quienes anotan que el libro de Franz Werfel fue editado en Buenos Aires, por Emecé, “el 10 de julio de 1946”. Once: “Cómo conocí a Alfonso Reyes”, texto impreso, dice el pie, en el Boletín de la Capilla Alfonsina, núm. 28, abril-diciembre de 1973”, del que vagamente, Capistrán, en la p. 90, dice que es “una alocución radiofónica a la muerte de Reyes posteriormente transcrita”, mientras que en la p. 26 dice que tal Boletín es el “núm. 8”. Doce: “Palabras sobre Amado Nervo”, discurso que Borges dijo “el 24 de mayo de 1969 en el Teatro Nacional Cervantes de Buenos Aires, Argentina, para conmemorar el cincuentenario de la muerte de Amado Nervo”, transcrito del semanario Cultura [sic], núm. 1190, 23 de agosto de 1999”, que entonces, se anota, era un “Texto inédito en México”.

Jorge Luis Borges en Teotihuacan
Diciembre de 1973
Foto: Paulina Lavista
Sin duda la “Breve antología” de Borges sería más rica si Miguel Capistrán hubiera añadido tres textos. Uno: “La recoleta”, el primer poema que Borges publicó en México, precisamente en el núm. 40-41 de la revista Contemporáneos (septiembre-octubre de 1931), donde no se dice que pertenece a Cuaderno San Martín (Cuadernos del Plata, núm. 2, Buenos Aires, 1929), su tercer poemario de 64 páginas, publicado a instancias de Alfonso Reyes, cuando éste, entre 1927 y 1930, fue embajador en Argentina. Dos: la reseña que Borges hizo sobre Pausa (Soc. génér. d’impr. et d’édit, París, 1926), el segundo poemario de Alfonso Reyes, publicada en la revista VariacionesLa Plata, Tomo IV, No. 11, enero de 1927”, antologada en el citado Textos recobrados 1919-1929, que es la primera recensión escrita por Borges sobre un libro del regiomontano. Tres: la reseña que Borges hizo de Reloj de sol (Tipografía artística, Madrid, 1926), miscelánea de Alfonso Reyes; segunda nota sobre un libro de éste, publicada en el núm. 1 de la revista Síntesis (junio de 1927), luego incluida en El idioma de los argentinos (Gleizer, Buenos Aires, 1928), su proscrito tercer libro de ensayos, cuya póstuma segunda edición María Kodama publicó en Argentina, en “noviembre de 1994”, a través de Seix Barral.

Miguel Capistrán, Borges y México. 1ª edición en Lumen. México, julio de 2012. 408 pp.